Una vuelta por Cusco en medio de la reactivación turística

Una sola visita al Cusco nunca basta. Por eso, no es la primera vez que esta región me recibe. En años anteriores, he disfrutado de su inagotable turismo tradicional, que me permitió, en pocos días, recorrer la ciudad incaica, observar la misteriosa arqueología del Valle Sagrado y conocer la indescifrable ciudadela de Machu Picchu.

Recorrer Cusco es infatigable. Internarse en sus andenerías y en su cordillera, mezclarse entre sus comunidades, maravillarse de sus joyas arqueológicas y paisajísticas no alcanza con un solo viaje. Por eso, volvimos, una vez, más a esta región y vivimos la experiencia de su recuperación turística

En otro momento, me he entregado a caminatas alternativas que me permitieron admirar la grandiosidad de nevados como el Humantay y el Salkantay, disfrutar el esplendor de la ciudadela arqueológica de Choquequirao o sumergirme en las placenteras aguas termales de Cocalmayo.

Alguna vez, me he entregado a la fascinación que producen las danzas tradicionales en fiestas como la de Paucartambo, o el misticismo colectivo de ritos como el Corpus Christi. He visto a Cusco de muchas maneras, pero nunca sin el frenético andar de los miles de turistas que le impregnan el sello de ciudad cosmopolita.

Nuevas miradas

Luego de tantos meses de pandemia, Cusco tiene otra cara. La región parece haber aprendido muchas lecciones, y hoy, tras superar las penurias de la escasez turística, camina hacia la recuperación total de sus visitas.

He llegado un domingo. Las calles semivacías, con más vendedores de paquetes turísticos que visitantes, me sorprende, pero luego me recuerdan que es domingo de inamovilidad y que, si bien la mayoría de puntos turísticos están cerrados, hay lugares que se pueden visitar, como la Morada de los Dioses. En este recinto, creado hace pocos años, se puede admirar las variadas esculturas que un artista cusqueño ha tallado sobre unas montañas rocosas. El lugar, además de paisaje artístico, sirve de mirador.

Reactivación desde abajo

El lunes distingo mejor el flujo turístico citadino. De día y de noche las calles de piedra son transitadas por decenas de visitantes. Me alejo de la zona céntrica y llego a un acueducto colonial y luego a la Plazoleta San Cristóbal, frente a Colcapata, una construcción incaica que servía para guardar alimentos.

Allí conozco a Máximo Huaraqa, un artesano cusqueño nacido en la Comunidad Qamahuara, del Valle Sagrado. Con su poncho de tonos rojizos y su chullo multicolor, Máximo se ofrece sonriente para las fotos de los turistas, a la vez que intenta vender los instrumentos musicales que él mismo elabora. “Todo ayuda en esta época”, me dice.

Con una simpatía auténtica, me cuenta que hace más de 30 años recorre las calles de San Blas para ofrecer sus productos, pero debido a la baja afluencia de visitantes, tuvo que buscar lugares más colmados, aunque fuera con gente local. “Ya se está reactivando el turismo, además la pandemia ya va a pasar”, me dice con un optimismo que contagia.

Expectativas de un valle

El martes llego al corazón del Valle Sagrado. Viajar sin apuros me permite observar el movimiento de las ciudades y conocer personajes sin par, como Manuel Seminario, un trotamundos que pasó la última década difundiendo las propiedades de la hoja de coca desde una tienda rodante que transportó por toda América. Con la pandemia, Manuel tuvo que asentarse en un lugar. Eligió Pisac y allí un restaurante vegetariano lo eligió a él para administrarlo.

Sentado al lado de unos ventanales que miran al Vilcanota –también llamado Wilcamayu o Río Sagrado–, Manuel me dice que confía en la pronta reactivación del turismo, pero también espera que este sea más responsable y consciente.

En otras ciudades del valle, las expectativas son muy similares. En Calca me comentan que “al menos ahora se ven turistas”, ya que hasta hace poco “los mercados de artesanía parecían comercios fantasmas”.

Algunos ceramistas como Marco Valcárcel han logrado mantener sus puertas abiertas compartiendo su pasión con otros negocios o trabajos. Este artista y coleccionista cusqueño vende sus piezas al lado de un restaurante que su familia administra. Su local se encuentra frente a la plaza de Urubamba, y sus piezas de arte hechizan a los pocos visitantes que llegan a esta ciudad, pero nadie se va sin comprar.

Llego a Maras y a sus paisajes deslumbrantes. Antes de comenzar la caminata hacia las salineras, saludo al nevado Chicón, que se impone en la cadena montañosa que me acompañará durante todo el trayecto. Los pastizales se han tornado verde-amarillentos en esta época sin lluvias.

“Antes de la pandemia había 7 mil u 8 mil visitantes diarios, ahora serán mil, pero ya se ha comenzado a reactivar”, me dice un taxista.

Amanecer turístico

Dejo el Valle Sagrado y me dirijo rumbo a la meca del turismo cusqueño: Machu Picchu. Estoy segura que aquí veré el verdadero ritmo de recuperación de las visitas a la región Cusco. En Machu Picchu Pueblo (antes Aguas Calientes) me entero de algunos circuitos alternativos que se pueden recorrer antes o después de visitar la ciudadela inca.

Uno de ellos es Mandor, un bosque natural privado al que llego después de caminar una hora por el carril del tren que lleva a la Hidroeléctrica. Sumergirse en su vasta vegetación y contemplar su relajante catarata es casi medicinal.

En el trayecto, es imposible no entrar también al Mariposario, que me deja maravillada con su información visual sobre la transformación de estos insectos. “Hemos tenido semanas bajas, pero ahora ya tenemos más visitas diarias”, me dice Leonardo Serrano, el director de este centro de investigación.

Ciudadela Sagrada

Mi reencuentro con Machu Picchu es portentoso. Estar aquí me recuerda por qué este recinto arqueológico fue elegido una de las nuevas maravillas del mundo. Hay algo indescifrable en este lugar. Pero verlo sin tanta gente me deja sentimientos encontrados. Por un lado, disfruto sin tumultos y sin prisa de sus laberínticos pasajes de piedra, y por otro, pienso en esas tantas personas que siguen esperando un mayor dinamismo turístico.

La buena noticia es que, mientras escribo estas líneas, me entero que Machu Picchu ha pasado a recibir de 800 a 2,244 visitas diarias, y este aforo se irá incrementando a medida que se suavicen las restricciones gracias al avance de las vacunaciones en el mundo. A este paso, me contagio del optimismo cusqueño y pienso que, si Cusco ya superó lo peor, solo pueden llegar tiempos mejores.

Fotos y texto: Claudia Ugarte
Infotur Latam
prensa@infoturlatam.com

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