Desde el momento en que el avión aterrizó en Cusco, mi corazón latía más rápido por la emoción de explorar uno de los destinos más emblemáticos de Perú: el Valle Sagrado de los Incas. Con su rica historia, altas montañas, paisajes impresionantes y tradiciones vivas, sabía que cada rincón de este lugar tenía una historia que contar. Acompáñame en esta travesía única, donde descubrí la esencia de la cultura inca y la belleza de la naturaleza.
Mi aventura comenzó en las Salineras de Maras, un lugar que parece salido de un cuento de hadas. Al llegar, me sorprendió la vista de miles de pozas blancas que se deslizaban por la ladera de la montaña, creando un mosaico brillante que reflejaba la luz del sol. Caminé por los senderos de piedra, admirando cómo los habitantes locales han trabajado estas salinas desde tiempos ancestrales.
Observé a hombres y mujeres trabajando con destreza, llenando las pozas con agua salada de un manantial cercano. Me ofrecieron un poco de sal recién extraída, y el sabor puro y natural era incomparable. En ese momento, comprendí que la sal de Maras no solo es un producto, sino un legado cultural que une a la comunidad.
Chinchero y la tradición textil
La siguiente parada fue Chinchero, un pueblo famoso por su rica tradición textil. Al llegar, fui recibida por un grupo de mujeres que, con sonrisas amables, me invitaron a participar en una demostración de tejido. Aprendí sobre los colorantes naturales que utilizan, provenientes de plantas, insectos y minerales.
Me emocionó ver cómo cada hilo se convertía en una obra de arte. Las manos de las tejedoras eran rápidas y precisas, creando patrones que contaban historias de sus ancestros. Al final de la demostración, tuve la oportunidad de comprar una bufanda de alpaca, un recuerdo tangible de la habilidad y la dedicación de estas mujeres.
La plaza principal de Chinchero es una muestra arquitectónica de la unión de las culturas inca y colonial, porque sobre la base de muros inca se construyó la iglesia que guarda tesoros del arte virreinal. Además, a pocos metros se puede admirar una gran muestra de los andenes que construyeron los incas, que son una muestra del buen manejo que tenían de la agricultura.
Cuando camino por el Valle Sagrado, me siento envuelta por una sinfonía de colores y texturas que parecen contar la historia de milenios. Las montañas, imponentes y majestuosas, se alzan como guardianes de un pasado ancestral, mientras que los campos de cultivo, en un vibrante verde, se extienden hasta donde alcanza la vista. Cada rincón está impregnado de la cultura quechua, donde los pueblos pintorescos con sus casas de adobe, con techos a dos aguas de tejas rojas, se funden con la naturaleza.
Al amanecer, la luz dorada acaricia las cumbres andinas, creando un espectáculo que me deja sin aliento. El aire fresco y puro llena mis pulmones, y los suaves murmullos de los ríos que serpentean por el valle son como una melodía que me invita a detenerme y apreciar la belleza que me rodea. Aquí, en el corazón del Valle Sagrado, siento una conexión profunda con la tierra y sus raíces, como si cada paisaje hablara en susurros de sabiduría antigua. Es un lugar donde la naturaleza y la cultura se entrelazan, y donde cada paso que doy es un recuerdo que atesoro en mi corazón.
Mientras regresaba a la ciudad de Cusco, reflexioné sobre la riqueza cultural y natural del Valle Sagrado de los Incas. Cada lugar que visité tenía su propia magia. Desde las salineras de Maras hasta las tradiciones de Chinchero, sentí que había sido parte de un viaje que trasciende el tiempo.
Este destino no solo es un lugar para admirar, sino una experiencia que invita a conectar con la historia y la gente que lo habita. Si alguna vez tienes la oportunidad de recorrer el Valle Sagrado, no lo dudes: cada paso te llevará a descubrir un mundo lleno de maravillas.
Agradecimiento especial:
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Fotos y texto: Stephany Díaz
INFOTUR LATAM
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