Mi visita a la República de los Niños, un lugar emblemático situado en La Plata, Argentina, fue más que una simple excursión. Fue un viaje a través de la historia, la imaginación y la creatividad. Este parque, inaugurado el 26 de noviembre de 1951, se ha mantenido a lo largo de los años como un símbolo de esparcimiento y educación para las nuevas generaciones, envolviendo a sus visitantes con la magia de un entorno creado especialmente para los niños.
La República de los Niños no solo ofrece un espacio recreativo, es un monumento histórico que ha sido declarado Patrimonio Cultural de La Plata, con el fin de preservar su inmenso valor arquitectónico y social. La idea de este fascinante lugar nació de la mente del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Coronel Domingo Alfredo Mercante, y fue realizada por los arquitectos Jorge Lima, Alberto Cuenca y Carlos Gallo.
En sus 53 hectáreas de bosque, se alzan 35 edificios construidos a escala infantil, inspirados en una mezcla única de estilos arquitectónicos medievales, europeos e islámicos, entre otros. Las influencias de los cuentos clásicos, como los de Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm, dotan al lugar de un aire de fantasía que no solo atrae a los más pequeños, sino también a los adultos que desean revivir su infancia.
Al llegar, me sentí como si hubiese entrado en un cuento de hadas. Las coloridas edificaciones, que representan diferentes instituciones y oficios, estaban perfectamente diseñadas a escala infantil. Desde el municipio hasta el taller del carpintero, cada rincón me invitaba a explorar y recordar mi propia infancia.
Una de mis paradas favoritas fue, sin duda, la Casa de Gobierno, donde los niños pueden simular ser gobernadores y tomar decisiones que afectan a su pequeña república. Ver a los niños sentados en la mesa principal, discutiendo cómo mejorar su comunidad, me llenó de esperanza. La risa y la alegría eran contagiosas, todos parecían disfrutar de su papel en esta pequeña democracia. Fue un recordatorio de lo pura y genuina que es la visión de la niñez.
Caminar por las avenidas del parque, rodeado de árboles y naturaleza, me trajo una sensación de paz indescriptible. Además, de las diversas actividades interactivas, el espacio cuenta con un lago donde se puede navegar en pequeñas barcas y una pista de patinaje que, aunque pequeña, transmite una sensación de libertad al deslizarnos por ella.
Lo que realmente me impresionó fue saber que la República de los Niños fue también una fuente de inspiración para Walt Disney. A medida que caminaba por sus senderos, podía imaginar la chispa de creatividad que este lugar pudo haber encendido en la mente del famoso creador de mundos imaginarios. La atmósfera mágica del parque, junto con su cuidadosa planificación, resonaba con la esencia de las historias que han cautivado a millones de niños en todo el mundo.
La visita me llevó también a reflexionar sobre el legado de este parque. A lo largo de los años, miles de niños han recorrido sus caminos y han dejado sus risas resonando en el aire. Los testimonios de quienes crecieron con este lugar son conmovedores; muchos han vuelto a visitarlo con sus propios hijos, perpetuando la magia que se respira en cada rincón.
Con el cierre de mi visita, no puedo evitar sentir que la República de los Niños es más que un parque, es un símbolo de la infancia, un lugar donde la creatividad y el juego se entrelazan con la educación. Definitivamente, valió la pena la travesía hasta La Plata. Este parque me recordó que, sin importar la edad, en nuestro interior siempre existirá un niño ansioso por explorar y soñar. Sin duda, un viaje que me encantaría volver a repetir.
Para más información:
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Fotos y texto: Stephany Díaz
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