Tilcara a Calilegua: un viaje por los caminos secretos de los Andes

Hay viajes que no se trazan en mapas. Se descubren con el primer paso, cuando la tierra respira bajo los pies y el horizonte se abre, inmenso, inabarcable. Este es uno de esos viajes: el trekking desde Tilcara hasta Calilegua. Un sendero entre montañas y selvas, donde el tiempo parece detenerse y el silencio cuenta las historias que el viento ha guardado.

Tilcara Calilegua

En esta ocasión te llevo a viajar por lo más profundo de la Quebrada de Humahuaca. Desde la Puna Argentina, para terminar en la inmensurable yunga jujeña. Este trekking nace del corazón de Jujuy, Argentina y solo necesitas una mochila y muchas ganas de caminar Un trekking de cinco días y cuatro noches, suficientes para que tu ser transmute y el lugar se ocupe de calar tu alma.

Día 1: Saliendo de Tilcara hacia Yutus Pampa

Tilcara, aun dormida despide a sus caminantes con el susurro de sus calles empedradas, con el aroma de tierra que aún guarda la calidez del día. Apenas nos alejamos del pueblo, los cerros empiezan a levantarse como gigantes dormidos, imponentes y antiguos. La tierra seca y naranja, salpicada por cactus que se erigen como guardianes del territorio. Cada paso hacia Yotus Pampa es una conversación íntima con el paisaje. La altura nos recuerda su presencia; cada respiración se vuelve más consciente, más profunda. La máxima altura del trekking se alcanza este día, con 4200 msnm. Coronada por una apacheta, tradición andina que refleja su conexión con las cumbres y lo sagrado.

Llegamos a Yutus Pampa antes del anochecer. Cambia el aire, cambian los colores de dorados a azules, y el cielo se extiende como una cúpula infinita. La luz del crepúsculo tiñe las montañas de tonos rojizos, y en la inmensidad del altiplano, uno siente la pequeña chispa de su propia existencia. Es inevitable el registro de lo esencial, de los silencios. Montamos nuestras carpas mientras las estrellas comienzan a aparecer, tímidas al principio, hasta cubrir el firmamento como un manto brillante. El fuego del refugio, las charlas de Marcela que nos calienta un poco de agua para el té mientras cocinamos. La noche se siente entre la altura que te roba el sueño y el viento que te recuerda tu pequeña proporción.

Día 2: Desde Yutus Pampa a Molulo

La mañana en la altura es fría, casi cruda. Pero el sol, lento y generoso, calienta la piel y nos invita a seguir. Dejamos atrás Yutus Pampa, sus animalitos y la compañía de la gente que vive y ama lo que hace. Comenzamos a descender entre montañas azules y nubes que van y vienen. Caminar en la altura es caminar entre nubes y cóndores que te hacen sentir parte del lugar. El camino nos lleva hacia el corazón de Molulo. El paisaje cambia, la vegetación empieza a asomar tímidamente, todo se vuelve un poco más verde. El aire tiene un aroma distinto, como si la humedad de la selva empezará a envolvernos.

Llegar a Molulo es como toparse con un pequeño oasis escondido entre montañas. Nos recibe la casa de Chabelo y Feliciana. Este puesto, lleno de niños jugando con cabritos y botellas, llenos de sol y sonrisas… es muy sencillo sentirse en casa. Aquí, al llegar, te abren la puerta como quien abre el corazón. Compartimos una comida local, cocinada por ellos, sencilla pero llena de vida, de esos sabores que solo el campo puede ofrecer. Un vaso de vino y la luz del fuego son el contexto perfecto para compartir lo que sentimos, acompañado de las anécdotas de Feliciana o sus hijos. Visitamos la escuelita, un refugio de saber en medio de la inmensidad. Cada rincón parece hablarnos de resiliencia, de comunidad, de la fuerza que se encuentra en lo pequeño.

Día 3: Molulo hacia el Abra del Potrero

El tercer día, el sendero se vuelve más intenso, una subida que desafía las piernas pero alimenta el espíritu. Desde Molulo, el ascenso nos lleva hasta el Abra del Potrero. Aquí, el cielo gobierna el paisaje. Armamos nuestras carpas en un abra en medio de un filo, los cóndores sobrevuelan y un pequeño bosque nos provee de leña seca para abrigar nuestra noche. Una vez más el fuego, un guiso caliente y las historias dominan el final del día, en el que cada vez nos sentimos más parte de este lugar, más lleno de vida.

La naturaleza parece gritar en su esplendor: la selva de altura nos envuelve con su manto verde, los árboles susurran al viento historias antiguas y el cielo, siempre presente, se convierte en nuestro compañero silencioso. En este lugar, tan alejado de todo, el tiempo pierde su forma. Nos encontramos solos con la naturaleza, y ella nos recuerda la paz que se encuentra en el simple hecho de estar.

Día 4: Desde el Abra del Potrero a San Lucas

Despertar en el Abra es un privilegio. El aire frío de la mañana y un sol que asoma nos impulsa a seguir caminando. El camino hacia San Lucas desciende, y con cada paso, la vegetación se vuelve más densa, más viva. Los colores explotan a nuestro alrededor entre verdes, rojos, ocres, como un mosaico que la naturaleza pinta sin esfuerzo. La intensidad también se siente en el terreno; ya no estamos en altura, pero la exigencia del suelo se hace sentir.

En San Lucas, en medio de este pueblo, paramos en una de las casas más acogedoras. Dormimos en un balcón que ofrece una vista espectacular a las yungas. Alicia, la mejor anfitriona, siempre está atenta a lo que necesitemos. Su casa huele a amor, y su pan y tortas son manifestaciones de su alma. Su hospitalidad no se explica, se vive. Compartimos la mesa, el fuego y las historias. En ese compartir, encontramos la esencia de este viaje: la conexión con el otro, con lo simple, con lo humano.

Día 5: De San Lucas a Peña Alta

El último día del trekking es una despedida lenta y dulce. Caminar por las yungas verdes es un espectáculo de color. Entrar en el cañón de arcilla colorada, surcado por la fuerza de un río que arrastra consigo cada una de las montañas que pisamos, es una experiencia inolvidable. Las flores, los colores… Este es un día que nadie se imagina vivir. Las montañas, que han sido nuestro refugio, se despiden en silencio, sabiendo que llevamos con nosotros algo más que el cansancio del cuerpo.

En Peña Alta, el transporte nos espera para llevarnos de vuelta a Jujuy. Pero algo ha cambiado. Después de tantos días en contacto íntimo con la naturaleza, con los sonidos y los silencios, después de haber tenido tantas conversaciones con nosotros mismos, volvemos diferentes. Más livianos, más conscientes y más esenciales.

Una travesía para quienes buscan lo profundo

Este trekking no es solo para quienes desean un reto físico, sino para aquellos que buscan una conexión más profunda con la naturaleza, con los paisajes que cuentan historias y con la gente que vive en los rincones más remotos de los Andes. De Tilcara a Calilegua, cada paso es una invitación a escuchar el latido de la tierra.

Agradecimiento especial:

Fotos y texto: Alejandra Melideo
INFOTUR LATAM
www.infoturlatam.com

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