Cataratas y verdor es la combinación turística que predomina en Satipo (Junín), una provincia en la que abundan las caídas de agua y las montañas boscosas; pero hay más, siempre hay más cuando se buscan alternativas. Y, como quien busca encuentra, recorrimos la ruta del cacao en el distrito de Río Negro, una ruta de sabrosas historias de vida y exquisitos chocolates.
No voy a escribir un tratado sobre las variedades del cacao nativo y orgánico que se cosecha y se transforma en la selva montañosa. Tampoco analizaré la situación de los mercados internacionales que cotizan al alza al otro “oro negro” ni haré un estudio sobre los volúmenes de producción chocolatera de los ashaninkas y colonos de la cooperativa San Juan de Cheni y de la asociación Warmi Tsinani.
No, de eso no escribiré esta vez, porque con las cifras y los tecnicismos no lograré transmitir lo que vi y sentí al escuchar a las mujeres y hombres del distrito de Río Negro, provincia de Satipo (Junín), que han encontrado en la siembra, cosecha y transformación de este grano, una manera de sacarle la vuelta a la pobreza y de escapar de los cultivos ilegales que generan zozobra, violencia, muerte.
Sí, este será un texto de esperanzas y sueños cumplidos —nuestros chocolates han llegado hasta Bélgica—. Un relato de ilusiones y retos superados —nos decían que no lo lograríamos, pero se equivocaron—. Una historia de pasiones—porque aquí todo se hace con amor sino el cacao sale más amargo- y de prejuicios derrumbados —trabajamos juntos. Hombre y mujeres, nativos y colonos—.
Sí, esta será una crónica con aroma a cacao, el cacao nativo, criollo y orgánico que crece y se cosecha en las chacras de Marisela, Mariza y todas las warmis-tsinanis (mujer en quechua y ashaninka) de Río Negro. Sí, una crónica sin porcentajes ni técnicas de cultivo, pero con harto sabor a chocolate, chocolate de verdad y hasta chocolate de ayahuasca de Abel, Godofredo y todos los socios de San Juan de Cheni.
Chocolates para Dios o el diablo
“A mi no me gustaban las golosinas, recién aquí me empezó a gustar el chocolate. Será porque los que venden en la tienda son muy diferentes”, revela su pasado anti chocolatero, Mariza Barrientos, en la sala de exhibición de la pequeña, pero muy eficiente planta de producción de las warmi-tsinani, justo al frente de la plaza principal del distrito.
Mariza es integrante de la asociación fundada el 14 de mayo de 2010, con el propósito de engreír a sus clientes y clientas con los más ricos chocolates. “Yo ingresé en el 2018 y me quedaré hasta que dios o el diablo me llamen…”
—¿Y quién cree que la llamará primero?
“No sé. Ahí está el detalle… ah, eso sí, vaya adonde vaya iré con mis chocolates…”
—¿Para hacer la patería?, le pregunto y ella sonríe, una sonrisa que parece ser contagiosa, una sonrisa idéntica a la que se dibuja en el rostro de Marisela Lima, la joven presidenta de la Asociación de Mujeres Emprendedoras Warmi Tsinani, con quien comparto un desayuno con chocolate caliente y panes de cacao.
Marisela no es nativa. Sus raíces son andinas y por eso luce una pollera con flores bordadas de encendidos colores. A su lado está Nora Fernández, una de sus socias, una mujer ashaninka silenciosa y seria que irradia paz, también serenidad. Ella viste una cushma azul, la prenda tradicional de su gente, de su pueblo, de sus ancestros.
“Nosotras hacemos ricos chocolates con 70 por ciento de cacao”, publicita sus productos la presidenta. “Mi preferido es el que lleva aguyamanto”, revela sus gustos la emprendedora Lima. “En el Salón del Cacao obtuvimos una medalla de plata”, se ufana Marisela, la madre y esposa que decidió ir más allá de la labores domésticas para ampliar sus horizontes de mujer empoderada.
Y lo logró, a pesar de los malos presagios de aquellos que todavía creen que las mujeres solo deben quedarse en casa, lavando, cocinando, cuidando al marido y a los hijos. Qué equivocados estaban, tan equivocados que ahora están calladitos, viendo como el emprendimiento crece y amplía sus horizontes comerciales, viendo como todas las socias son cada vez más independientes y seguras de si mismas.
De chocolates, vinos y ayahuasca
¿Será culpa del vino? De ese vino que me sirvió el señor Abel en una tarde soleada en San Juan de Cheni. Tal vez sí, quizás no. Total, es posible que la culpa sea del chocolate con ayahuasca. Ese chocolate extraño e innovador que hace un ratito nada más me invitó el señor Abel, sí, otra vez él, el pionero e impulsor del aprovechamiento del cacao que crece y se cosecha en su tierra.
Esa tierra que es centro poblado y comunidad nativa. Esa tierra donde hay familias ashaninkas y de migrantes que llegaron de la altura. Esa tierra en la que él, Abel Yaranga, mestizo andino-amazónico, promovió la creación de la Cooperativa Agraria, Agroindustrial, Ecológica, Intercultural San Juan Valle Cheni, una aventura que empezó con siete socios. Hoy son 42 productores de todas las sangres.
¿Y si Abel, sus socios y el presidente de la cooperativa Godofredo Luque son los verdaderos culpables?, porque son ellos los que transforman en vino y en chocolate con su yapita de ayahuasca, algunas de las 50 variedades que crecen en los bosque de Río Negro. Ese vino y ese chocolate que, después de probarlos, me llevaron a pensar en la última cena sin ser Semana Santa.
Solo tenía que juntar el pan del desayuno con el vino de la tarde soleada, para armar mi última cena en Satipo, gracias al aporte productivo de los emprendimientos asociativos de Río Negro, donde escuche muchas cifras, donde me hablaron y mostraron un sinfín de variades, donde me explicaron, también, como se seca, fermenta y procesa “el alimento de los dioses”.
Denominación que no es fruto de mi medios o completos disparates mentales sino la traducción de su nombre científico (Theobroma cacao) y lo dejo ahí para no ponerme técnico porque les prometí historias, algunas historias de las muchas historias que usted -sí, usted que me lee en su computadora o celular- escuchará directamente en el Segundo Festival de Montañas de Cacao Finos de Aromas.
Una celebración a los granos nativos o criollos que se realizará en San Juan de Cheni el 31 de mayo y el 1 de junio. Así, entre el vino, el pan, los chocolates y los éxitos bailables de Juaneco y su combo, conocerá a Abel y a Godofredo, a Marisela, Mariza y Nora, y, de paso y si es que lo desea, podrá enterarse de los procesos, los precios internacionales y otros detalles técnicos que no quise mencionar.
Espero disculpen la omisión. Espero que entiendan que preferí el lado humano. Espero, finalmente, que este texto les guste tanto como a mí me gustaron los chocolates y demás productos que probé en Río Negro, distrito en el que hay otros emprendimientos, tantos emprendimientos que será necesario volver para seguir engriendo a mi paladar.
Infodatos:
- El destino: Distrito de Río Negro se encuentra a 15 minutos del centro de Satipo.
- Cómo llegar: Por vía terrestre desde Lima. El viaje dura aproximadamente 12 horas.
- Dónde dormir: El hotel Laguna Blanca, es una excelente alternativa en Rio Negro. Ambiente sosegado y familiar a un paso de la carretera.
- La agencia: Conozca la ruta del cacao y los principales atractivos de Satipo con Turismo Zumag Perú.
Texto y fotos: Rolly Valdivia Chávez
INFOTUR LATAM
www.infoturlatam.com