Estoy en un lugar en el que no debería hacer nada o, dicho de otra manera, donde lo único que tendría que hacer es divertirme. Una tarea que no es complicada dadas las características naturales del destino y la infraestructura de mi hogar temporal, una especie de refugio antiestrés diseñado para pasarla bien.
Todo sería perfecto sino fuera por la existencia de un pequeño problema. Un detallito que interrumpe mis intenciones de pasarla bien hasta que caiga rendido de tanto gozo y satisfacción. Total, eso es lo que les sucede a los que llegan hasta aquí, bien al norte del Perú, para encontrarse con el mar Pacífico.
Solo espero que ustedes no se molesten conmigo, cuando se enteren de que la culpable de mi fastidio y frustración es esta crónica. Es por ella que he interrumpido mi relajada jornada frente al mar y en las piscinas.
No solo eso, me he visto en la obligación de suspender -vaya saber hasta cuando- mis exploraciones en los barcitos donde siempre se puede pedir una más y en las mesas bien servidas con platillos de aire, mar y tierra.
Considerando estas y otras opciones existentes, es casi una tragedia que tenga la necesidad y obligación de refugiarme en mi bien iluminada y amplia habitación con vista de un jardín milagroso sembrado en el desierto costero. Sí, ya sé, estar aquí no es ningún castigo. El drama -mi drama- es que tenga que hacer algo, cuando no quiero hacer nada, salvo divertirme.
Bueno, solo me queda la resignación y confiar en aquello de que al mal paso hay que darle prisa. Así que me olvido de los lamentos para contarles que estoy en Tumbes, no en la ciudad ni en los manglares, tampoco en la frontera como ha sucedido en varias ocasiones que me encantaría rememorar, pero será en otro texto.
Esta vez ando apurado. Así que directo al tema. De Lima a Tumbes. De Tumbes a Canoas de Punta Sal y, ya en este distrito de la provincia de Contralmirante Villar, al Royal Decameron Punta Sal, donde la comodidad de sus instalaciones y las ventajas del sistema todo incluido, crean una atractiva combinación para quienes buscan acercarse al mar en familia, en pareja, con un grupo de amigos y, por qué no, hasta con los compañeros de trabajo para reforzar los lazos de los equipos laborales.
Y mientras ellos están en alguna de las piscinas o restaurantes, están en alguna activación o dinámica, están “bañándose” de sol y de mar en la playa, yo estoy aquí, golpeando heroicamente las teclas de mi computadora, cumpliendo o tratando de cumplir presurosamente con mi deber de periodista viajero, porque dentro de un rato hay una degustación de bebidas y hasta una fiesta de espuma.
Lo siento, quisiera contarles más, pero acabo de darme cuenta de que tengo varias cosas que hacer -actividades muy interesantes y placenteras- en un destino en el que -viéndolo bien- si hay mucho por hacer de día y de noche, en el mar y en las piscinas, en los restaurantes y en las habitaciones, en fin, en cualquier lugar de este destino que hasta al norte, bien al norte del Perú.
Fotos y texto: Rolly Valdivia
INFOTUR LATAM
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