Durante tres días, un grupo de 50 caminantes de distintas edades, oficios y nacionalidades, participó en la 3ra Caminata Internacional de los Andes 2022, una travesía pedestre por la llamada Ruta de Colonos y Arrieros, sendero de raíces centenarias que fue una vía comercial entre las regiones de Huánuco y Pasco y, también, el trayecto utilizado por el segundo grupo de austroalemanes que arribó a Pozuzo (Oxapampa, Pasco). InfoturLatam fue partícipe de esta gran aventura que será presentada en relatos sucesivos que nos permitirán conocer cada detalle de este circuito histórico-ecoturístico.
No puedes fallar. Lo sabes. Lo tienes claro desde el momento que buscaste la manera de ser uno de esos 50 que, al final, fueron 51 o 52, perdón, 53, pero esa es otra parte de una historia en la que -al menos para ti- solo había un final posible, aunque en algún momento o en muchos momentos, estuvieras más cerca del ‘lo siento hasta aquí nomás llego’ que del triunfante desenlace que imaginabas.
Pero ese lo siento que anunciaría tu fracaso nunca sería pronunciado. Aguantaste, luchaste, resististe…; y, finalmente, ¡lo lograste!, por purita terquedad y obstinación lo lograste. Tres días desde Muña (Pachitea, Huánuco) hasta Tingo Mal Paso (Oxapampa, Huánuco), remontando un abra cordillerana -miren, allá hay un nevado- descendiendo con susto hacia el verdor sinuoso de la selva alta.
Subir y bajar. Cascajo, hojarasca, lodo, terrenos pantanosos. Subir y bajar. Senderos desolados, peliagudos, desafiantemente hermosos. Frío y calor. El helado aliento del viento en el abra Portachuelo (3768 metros), el caldito verde que entibia el corazón y hasta el alma. Frío y calor. La noche insomne y congelada a pesar de los pellejitos de cordero, la mañana brillante de sol que sofoca los últimos pasos en el monte.
Avanzar sin ser un colono o un arriero. Avanzar con respeto porque esta ruta es de ellos, porque estos caminos serán siempre de ellos. Avanzar de la mano del cansancio, del temor, de la falta de certeza. ¿Estarás cerca de tu destino?… No importa. Tienes que avanzar, avanzar, avanzar con el convencimiento de que, pase lo que pase, llegarás al final. Esa es tu meta, tu objetivo, tu obsesión.
Y es que no querías ni podías fallarle a los 49 o 52 compañeros que fuiste conociendo en cada paso. Caminantes fogueados u ocasionales. Nietos u hijos de arrieros que jamás olvidaron aquellos años de andanzas de lodo, vientos y lluvias. Descendientes de los míticos colonos que llevaron sus sueños de prosperidad a un paraje escondido, aislado e ignoto de la selva de un país que no era el suyo.
Y es que no querías ni podías fallarle a los comuneros que te recibieron con sonrisa de fiesta en sus casas campesinas, a la familia que entibió tu cansancio con papitas y ocas humeantes, al hombre memorioso que te habló de un río que consuela con sus aguas, a los arrieros incansables que desentendían un ratito de su recua de mula, para darte ánimos o indicaciones al vuelo.
“Abajito está el puente”, “desde aquí todo es planito”, “dos horas nomás le falta”. Dudabas. Por experiencia preferías dudar. Cuántas veces te han dicho lo mismo. Cuántas veces te han engañado por compasión o, acaso, hasta con una pizca de malevolencia. Pero te equivocaste. Ellos hablaban con verdad, esa verdad que te impulsaba a perseverar, a continuar, a encontrar fuerzas en tu propio cansancio.
Reanimarte. Alimentar tu entusiasmo con las vivencias que precedieron al primer paso. Día de fiesta, de música y bendiciones, de bienvenidas, desfiles y adioses a los valientes y aguerridos expedicionarios que, durante tres jornadas, retarían a la altura y al frío, a la selva y al calor, a las pendientes quita oxígeno y a las bajadas destruye rodillas de un sendero cargado de historias y nostalgias.
Allí estabas, abatido en el sexto kilómetro de un ascenso tortuoso o trastabillando por culpa del fango en el codo 83 de un serpentín de infarto. Allí estabas, abatido, pero, aún, resistiendo estoicamente. No te rendirías. Allí estabas, pues, buscando razones que avivaran tu rebeldía caminera, ese rebeldía que te ha llevado a tantos lugares y que, estabas convencido, te conduciría hacia Pozuzo.
Piensas, recuerdas, te tonificas al revivir la partida simbólica con sus bendiciones y baile de despedida en el legendario puente Calicanto de Huánuco, la capital regional. Ese fue el inicio. Después vendría el convoy motorizado hasta Chaglla (provincia de Pachitea), donde los caminantes que no eran arrieros ni colonos y que todavía no habían dado ni un solo paso, fueron recibidos como héroes.
Pueblo paralizado. La plaza invadida. La música y la danza. El locro de papa en las mesas festivas. La exhibición de tejidos de algodón. Las canastas rebosantes de las papas y las ocas, de los maíces y las frutas de una tierra bendita, de una tierra que produce, de una tierra secularmente olvidada. Hay tanto por hacer aquí y en Muña y en Tambo de Vaca y en Cushi, en fin, en toda la ruta.
Continúas. Cumplir el recorrido sin ayuda motorizada o cuadrúpeda, sería tu primera forma de agradecer a todos aquellos que te regalaron una sonrisa, un aplauso, una palabra de aliento con la esperanza de que tu experiencia convertida en palabras, sirviera para mostrar que el Perú es mucho ‘más ancho y ajeno’ -si me permiten el parafraseo- de lo que imaginamos o de lo que queremos ver.
País con anteojeras. Nación de ciudadanos invisibles, sin servicios, sin derechos, ¿sin voz y sin futuro? Sociedad indolente. Autoridades que solo piensan en su ‘diezmo’, en su propio bienestar, en el ‘progreso’ de sus familiares y compinches. En eso piensas también cuando caminas, cuando llegas a una comunidad o caserío donde la enfermedad más sencilla puede desencadenar una tragedia.
No ibas a decepcionarlos a ellos. Tampoco querías decepcionar a las jircas y a los apus, a las hojitas de coca que nutrieron tus andares, a la madre tierra que aquí deja de ser montaña para convertirse en bosque, a los antiguos colonos que, guiados por la incertidumbre y la esperanza, vencieron las kilométricas distancias que los separaban de ese futuro que era más que un anhelo, más que una ilusión.
Lo era todo. Ese todo que abandonaron con dolor cuando decidieron partir hacia esa tierra prometida que estaba detrás de las montañas; esas montañas que tú -después de 154 años- tratas de superar, reviviendo y honrando los pasos del segundo grupo de colonos austroalemanes que surcó el océano, peregrinó en la costa, ascendió la cordillera para cultivar su propio porvenir en la selva.
Y lo hicieron. Lo lograron en octubre de 1868. Hoy sus descendientes siguen en Pozuzo, el pueblo que ‘sembraron’ en el bosque de la provincia de Oxapampa el pueblo al que arribaron los 50 caminantes, no, 51, si consideramos al arbolito de la quina que ‘viajó’ desde Huánuco para ser sembrado en el parque de la Identidad Pozucina en el distrito de Prusia, como símbolo de amistad y hermanamiento entre dos regiones vecinas.
No, perdón, fueron 52, porque Oso, un perrito que se unió al grupo en las alturas, y Causa, el cachorro de una voluntaria alemana, se ganaron ese puesto… pero sigues equivocándote. Lo sabes. Fueron 53 porque en esa travesía también estuvieron esos arrieros y colonos de nombres y pasos olvidados, pero que igual dejaron su huella en la ruta que acabas de terminar.
Sí, a ellos tampoco podías (ni querías) decepcionarlos. Espero no haberlo hecho con mis pasos lentos, pero seguros. Espero no estar haciéndolo ahora, con estas palabras que son solo el inicio de una serie de relatos que empezaron a escribirse en aquella partida simbólica en un puente que está hecho de cal y canto.
Infodatos
*La ruta: la travesía pedestre comenzó en el centro poblado de Muña. Desde este punto se caminó hacia Tambo de Vaca (9 kilómetros, aproximadamente, 7 de subida). El segundo día se unió Tambo de Vaca con el caserío de Cushi (18 kilómetros de ascenso, descensos y zonas pantanosas). El tramo final fue entre Cushi y Tingo Mal Paso (ingreso a Pozuzo). La distancia aproximada fue de 12 kilómetros.
*El objetivo: evaluar y revalorar la ruta con el propósito de implementar en el futuro cercano una ruta turística que integre las regiones de Huánuco y Pasco.
*Carencias: En los lugares de pernocte se tiene que mejorar la infraestructura, no solo con fines turísticos sino, fundamentalmente, para dotar de condiciones adecuadas de vida a los compatriotas que habitan los caseríos y comunidades.
*Los organizadores: La caminata contó con el auspicio y apoyo de Ecoselva, Idma, EcoPozuzo, Asociación Civil Cultural Roger Vidal Roldán, Gobierno Regional de Huánuco, Gobierno Regional de Pasco, Dircetur Pasco, Dircetur Huánuco, Municipalidad Distrital de Pozuzo, Cooperación Alemana, Prusia Tours, High Expeditions, entre otras instituciones y empresas.
*Internacional: En la ruta participaron caminantes de Perú, Alemania, Ecuador y Costa Rica.
*El retorno: Después de su intenso trajín, nuestro periodista andariego volvió a Lima desde Oxapampa en Cruz del Sur. La comodidad de sus asientos y la seguridad en el manejo de sus experimentados pilotos, fueron ideales para recuperar energías y llegar renovados a la capital.
Fotos y texto: Rolly Valdivia
INFOTUR LATAM
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