Palma de Mallorca, la ciudad que concentra un mayor porcentaje de líderes turísticos del mundo, afronta estas elecciones con el reto de recuperar el orgullo perdido ante la imposición del modelo de Airbnb que ha supuesto el principal legado político de los últimos años.
La capital balear ha pasado en menos de una década de ser considerada como la mejor del mundo para vivir, a encabezar los peores rankings en lo referente a suciedad y movilidad, junto a la creciente inseguridad y la expulsión de sus residentes ante el enorme encarecimiento de la vivienda.
El fomento del modelo Airbnb en la bella ciudad ha traído una incómoda masificación en muchos momentos del año, con su consecuente pérdida de identidad y empeoramiento de la convivencia y cohesión vecinal, a la vez que la menor recaudación fiscal de este tipo de turismo ha lastrado la mejora de los servicios públicos para los locales.
La errática gestión turística ha generado al mismo tiempo más atascos y dificultades de aparcamiento, frente al viajero tradicional que compraba un paquete organizado que le transportaba en autobús, en lugar del que caracteriza al que se aloja en una vivienda vacacional y que ha multiplicado las flotas de rent a car.
La consecuencia de todo ello ha sido una lenta y gradual decadencia en los pasados años en los estándares que fijan la calidad de vida de una ciudad que fue durante mucho tiempo el orgullo de sus residentes por su equilibrio, cohesión, limpieza, proyectos y prosperidad compartida.
Palma, por su posición de cuna de la inteligencia turística empresarial, ha sido las últimas décadas una referencia para todo el mundo como pionera para el sector, y su declive en el pasado más reciente no ha sido mayor gracias a haberse visto contenido por iniciativas como 365 impulsada por el campo privado hace un tiempo.
El reto de revertir los graves errores de estos años, reconocidos incluso por varios de sus principales promotores, afronta una inigualable oportunidad en las próximas horas, mediante una respuesta de una ciudadanía que siempre se caracterizó mayoritariamente por su atinado criterio, y por apegarse quien encarna más sentido de la decencia.
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