El Carnaval de Barranquilla absorbió el íntegro de nuestros cinco primeros días en esta ciudad y, valgan verdades, no nos quejamos. Fue una experiencia maravillosa, pero llegó el momento de recorrer Barranquilla y conocer desde otra mirada el destino que nos abrigó y nos hizo tan feliz esta semana.
Luego de los maravillosos días de Carnaval decidimos darnos un espacio para recorrer Barranquilla y vivir la ciudad desde otros ángulos, lejos del baile y la magia de los días previos
Hotel El Prado
Empezamos nuestro día en nada más y nada menos que el primer hotel cinco estrellas de América Latina: El Prado. Inaugurado en 1930, este céntrico hotel de arquitectura neoclásica ha sido declarado Patrimonio histórico de la ciudad y su belleza e imponencia merecen una visita.
Los salones de entrada, las habitaciones, el jardín central con la piscina semi olímpica y pool bar, en fin, todas las instalaciones son un viaje en el tiempo, elegante y evocativo.
En este hotel, además, se respira historia: Carlos Gardel, Celia Cruz, Cantinflas son algunos de los icónicos personajes que lo han visitado y recorriendo sus pasadizos la imaginación vuela recreando posibles escenas en sus casi cien años de vida.
Los precios son bastante accesibles y el ambiente en general es bastante festivo, como el resto de la ciudad, incluyendo noches caribeñas los fines de semana.
Galería Artesanal y Comercial 72
Durante nuestros días en el Carnaval vimos innumerables artesanías locales en las distintas fiestas y eventos y nos habíamos quedado con las ganas de llevarnos algunos recuerdos barranquilleros a casa, así que fuimos a la Galería Artesanal y Comercial 72.
Este espacio recoge a más de cien artesanos y comerciantes locales que fueron redistribuidos y agrupados en los alrededores del famoso estadio Romelio Martínez. Una galería en la que todos los gustos son satisfechos, donde encuentras desde los famosos toritos de la Danza de los Toritos, baile cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX, hasta largos vestidos coloridos. Esta última fue mi opción.
La Cueva
Llegó el mediodía y mi simpática amiga barranquillera me llevó al lugar del que muchos me habían dicho “no te puedes ir de Barranquilla sin visitarlo”.
La Cueva es un restaurante, bar y museo que fue la cuna del Grupo Barranquilla, grupo de personajes icónicos de la literatura colombiana, como Gabriel García Márquez, en el que se gestaron innumerables historias que luego marcaron la historia.
En la entrada un mensaje de bienvenida resume la esencia del local: “Aquí nadie tiene la razón” y es que, claro, en un ambiente de tertulia e intercambio de ideas no solo debe reinar la tolerancia, sino que las diferencias marcan su invalorable riqueza.
Fotos de “Gabito” y sus compañeros decoran todo el local, en el que cada rincón te traslada a esos días de la década de los 50´. Los chicos que trabajan en la Cueva son una experiencia aparte: sentarse en la barra a conversar con ellos fue de los momentos más lindos del viaje, y eso que ha sido una semana inolvidable.
En fin, como mucho de lo vivido estos días, las palabras no agotan la emoción. La Cueva es un imperdible en una visita a Barranquilla. Además, la comida es espectacular y los tragos, inmejorables. ¿Los precios? Muy cómodos.
Nosotras fuimos a la hora de almuerzo, pero según me cuentan, las noches son memorables, con música en vivo y un ambiente de lujo. Y yo ya quiero regresar a Barranquilla para vivirlas.
La Añeta de Tiburón
Con el corazón contento hicimos una rápida parada en La Añeta de Tiburón, un homenaje al club de fútbol de la región Caribe, el Júnior, de treinta metros de altura recubierto de vidrios.
Los colores del equipo de fútbol, los de Colombia o de cualquier evento que lo amerite son reflejados en sus vidrios y una foto en este monumento es un must en la visita.
Malecón de Barranquilla
La tarde terminaba y un paseo por el malecón es, sin duda, el mejor plan. Cinco kilómetros con la vista al río Magdalena en los que encuentras restaurantes, parques, canchas deportivas, un centro de convenciones (el más grande de la ciudad), bares, etcétera.
Tomarse unas cervezas escuchando a Joe Arroyo con la brisa refrescando la tarde, picar algo en el Caimán del Río, espacio que reúne veinticinco propuestas culinarias y cerveceras lleno de color y buen ambiente o simplemente andar disfrutando de los barranquilleros en su mundo, es una delicia.
Llegué a Barranquilla sin calcular los días llenos de emociones y goce que tenía por delante. Es un destino donde encontré calor de hogar, sonrisas sinceras, mucha, pero mucha música (el cuerpo sigue moviéndose solo apenas escucha algún ritmo), nuevos amigos, excelente comida y una gran lista de pendientes para el siguiente viaje.
Gracias Barranquilla, muchas gracias.
Por: Andrea Chaman Caballero
INFOTUR LATAM
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