Esmerada en llegar a Quillabamba, La Convención, Cusco, en busca de la selva y su café, terminé viviendo una aventura increíble en la zona: los rápidos de Santa María.
Fui a Cusco a mediados de julio con dos fines: vivir la fiesta de la Virgen del Carmen en Paucartambo y conocer Quillabamba, en La Convención. Mi primera misión se cumplió y sobrepasó las expectativas, pero para la segunda tuve varias situaciones que, por alguna u otra razón, me impedían ir.
Era momento de regresar a Lima y estaba resignada a no llegar a ese rincón cuzqueño, pero, como por arte de magia, apareció en mi camino uno de los mejores acróbatas del mundo, un canadiense que, además, es rescatista y le conté esta historia. Casualmente uno de sus planes en este viaje era ir a esa zona, siempre buscando la aventura. De esas coincidencias de la vida.
Luego de hacer algunas actividades juntos en el Valle Sagrado, como una cabalgata con Luna’s Horses, me propuso acompañarlo en su viaje a mi destino buscado. “Claro que sí”, respondí.
El camino, siempre el camino
Salimos de Urubamba a las 8 de la mañana con un taxi privado rumbo a Ollantaytambo. Cruzamos el pueblo inca viviente y empezó la aventura.
A la hora y media de recorrido llegamos al Abra Malaga, cuyo punto máximo de altura es de 4316 metros. Bajamos para tomarnos algunas fotos y, principalmente, a contemplar la belleza de la sierra peruana. ¡Qué paisaje! Los altos picos envueltos en densas nubes y nosotros ahí, sintiéndonos tan grandes como ellos.
El Apu Verónica nos acompañaba y llegamos a sentirlo tan cerca que conmueve. Dimos vueltas y más vueltas alrededor de estas montañas y a la media hora desde aquel punto alto, donde las nubes están a nuestros pies y las montañas nos abrigan como cómplices de esta grandeza, vimos la primera flor de retama con su singular amarillo: la selva se acercaba.
El río Sirenachayoc iba bajando entre las piedras y nosotros dábamos vueltas a su recorrido. De pronto, casi sin darnos cuenta, las marrones montañas se transformaron en un frondoso verde.
Seguimos bajando y encontramos sitios arqueológicos como Wanmamarka y los poblados Amaybamba, Huyro y Huayopata, así como ciclistas que recorren la ruta de manera más aventurera. El zigzag continuó por un par de horas, o menos si no se para a contemplar el paisaje. Demórense, es mejor.
Santa María
Mi compañero canadiense me había advertido que la primera noche la pasaríamos en Santa María, un pueblo ubicado medía hora antes de Quillabamba. Ya estábamos en ceja de selva, el clima era absolutamente distinto al que dejamos atrás, en Urubamba, y la humedad nos daba la bienvenida.
El hotel elegido fue el Illary, práctico y cálido. Happy hour todo el día, todos los días y mecedoras en la calle, espacio perfecto para ver pasar la vida y refrescarse con el viento de la tarde. ¿Para qué más?
Mi compañero de ruta haría ese día rafting y me animé a acompañarlo. Jorge Antonio Bejar, “Toño”, de Buena Línea Expediciones nos recogió junto a su equipo a las 3 de la tarde. Recorrimos por un par de horas el sector del rio Amarillo desde el puente Chaullay, experiencia en la que, además de los rápidos que estuvieron buenísimos, bajamos en la mitad del camino a visitar una cascada y nos lanzamos de una piedra gigante al río.
La verdad, todo el paseo estuvo muy bueno, no solo por lo entretenido del rafting sino por la energía del grupo, especialmente de nuestro capitán y la increíble belleza del paisaje. No esperaba encontrarme con tan hermosas vistas. Una experiencia que vale totalmente la pena vivir.
Y al día siguiente…
Mi compañero, el canadiense, había hablado previamente con Toño y le había preguntado qué le gustaría hacer, es decir, qué ruta quisiera recorrer y Toño le respondió sin dudarlo que el sector Q’ello Mayuc del mismo río. Un tramo poco comercial por ser más arriesgada y que hacia algunos años no había visitado.
Si algo he aprendido en esta vida es que soy fácil de convencer cuando de aventuras se trata, así que, luego de una charla con Toño sobre temas logísticos y sabiendo que estaba con un rescatista canadiense profesional, decidí acompañarlos.
Fuimos ocho personas: tres en kayaks que iban abriendo la ruta y se encargarían de ayudarnos en caso alguien cayera al agua, nuestro capitán, dos guías que remaban con nosotros, el canadiense y yo.
Bueno, debo decir que ha sido una de las experiencias más increíbles de los últimos tiempos. Dos horas de fuertes rápidos, mucha adrenalina, trabajo en equipo y risas en las que cruzamos el cañón de Santa Teresa, vimos unos paisajes impresionantes y la pasamos extraordinario.
Reconozco que es un recorrido fuerte y que varias veces pensé “¿qué hago acá?”, pero no tuve miedo en ningún momento.
El profesionalismo de Toño y su equipo era tal que no dudé en el éxito del viaje. Le tengo bastante respeto a la naturaleza y siempre cuido mucho mis pasos al entrar en ella y en ese caso confié en mi equipo y su conocimiento…y no me equivoqué.
Siempre que quieran explorar algo nuevo, desde una actividad hasta una ruta, háganlo con quien les de la tranquilidad de saber que están en buenas manos o compañía. Esto hace que uno disfrute mucho más el recorrido.
¿Y Quillabamba?
Es verdad, ya me había olvidado. Fue tan impresionante lo que vivimos esos dos días que me había olvidado de mi destino objetivo de semanas atrás.
Luego de una trucha frita con ensalada tomamos un taxi que en media hora nos llevó a Quillabamba. Nos quedamos en el hotel del mismo nombre de la ciudad, ubicado frente al mercado central, y yo fui de frente a la piscina. El calor de la selva más la adrenalina del día me exigían un merecido descanso.
En la noche, cuando el calor se calmó (pero solo un poco), salimos al Café Aicasa, con aire acondicionado, a comer algo. Yo estaba agotada y fue la perfecta oportunidad de probar el café de la zona, el famoso café quillabambino.
Absurdamente pedí un americano, pensando que lo traerían rápido, pero no: la experiencia del café hace que elijas con qué sistema de preparado lo quieres y que hagan la explicación en la mesa. El resultado fue genial, al igual que la hamburguesa y el pan con chicharrón que comí (sí, estaba hambrienta).
Quillabamba es un excelente destino para explorar por varios días, sobretodo sus cascadas y naturaleza. Su parque central es muy bonito y bien cuidado, al igual que su mercado. Es lo poco que conocí, junto con sus calles, pues caminamos por largo rato en la noche, recordando el día…y bueno, dominados por ese potente café.
Regresamos temprano al día siguiente a Urubamba, felices. Nuevamente la ruta junto al Apu Verónica y en el Abra Málaga el canadiense, Alexis, nos hizo parar pues nos había traído algo para comer. Un breve picnic en las alturas siempre es bienvenido.
Gracias Alexis y Toño…me hicieron recordar que el camino siempre es mejor que el destino, en especial cuando lo compartes con personas de tremenda calidad humana y profesional.
Quillabamba: aún tengo grandes pendientes ahí, pero el primer paso ya está dado.
Agradecimiento especial:
- Viva ( https://www.vivaair.com/pe/es)
- Hotel Illary: +51984600341
- Jorge Antonio Bejar, de Buena Línea Expediciones: tienen servicios de experiencias de aventura en la zona, todo de mucho profesionalismo. Cel: +51928459705
Fotos y texto: Andrea Chaman
INFOTUR LATAM
www.infoturlatam.com